Recuerdo que la primera vez que contacté con una mamá de un angelito, ella fue muy atenta conmigo y me escribió acerca de su experiencia. Me escribió: ahora estás comenzando tu camino del duelo así que recibe mi apoyo. ¿Camino del duelo? me pregunté. Habían pasado todavía pocas semanas de que Juan Pi falleciera y yo no tenía mucha idea respecto a que era el duelo porque para mí, mi principito era una bendición tan grande que no podía estar triste.
Gilda Arrúa
Decidí ir al yoga (gracias a la profesora Paloma Tami!), una gran decisión a un mes de haber partido físicamente Juan Pi ya que me ayudó a que esos sentimientos comiencen a fluir en el cuerpo y sobre todo a comenzar a enfrentarme espiritualmente a este camino. Puede parecer contradictorio, pero esa serenidad de hacer yoga me ayudó a sacar afuera todos aquellos sentimientos que me carcomían por dentro.
Ahí pasé a otra etapa. Las lágrimas. De por si siempre fui de llorar para expresarme pero ahora el llanto desgarraba mi cuerpo y mi alma. Recuerdo haberme tirado al piso del dolor y gritar y llorar profundamente por la ausencia física de mi Juan Pablo. No podía entender por qué él se había ido, tan deseado y tan amado, y buscaba respuestas en todas partes. Además la gente poco a poco dejaba de nombrarlo y eso me dolía aún más, me dolía tanto que la gente no lo quisiera nombrar…
Un día que no sabía que hacer, fui a hablar con un cura alemán- muy amable y compasivo, por cierto – al qué le dije que tenía mucha rabia contra Dios porque no entendía porque mi Juan Pablo se había ido. Me habló con una paz y una ternura tal que mis lágrimas comenzaron a caer y yo empecé a sentirme mejor. “Es muy bueno mi hija que te pelees con Dios y aún que dudes de él, eso es porque sos un ser humano. No te puedo dar explicaciones a la muerte de tu hijo ni de cualquier pequeñito, solo sé que son almas inocentes, almas muy puras”. Fue tan lindo escuchar eso, él no me explicó teologicamente mi dolor, sólo me escuchó y me acompañó. Y eso es lo que necesitamos las personas que pasamos por tan fuerte dolor.
Recuerdo que comencé a pintar, escribir y leer, de todo hacía para expresar lo que tenía dentro, y sin duda el apoyo de mi marido, el papá de mi Juan Pi, fue fundamental para poder expresarme sin sentirme juzgada y también fue una oportunidad para que él se exprese a su modo, porque nuestros compañeros tienen una forma diferente de expresar el dolor. Recuerdo como lloramos juntos en el primer cumpleaños de Rodri después de la muerte de Juan Pi, le regalé un portaretrato con la foto más bella de mi marido con Juan Pi. Nos abrazamos muy fuerte y estoy segura que Juan Pi desde el cielo también nos abrazaba. Esa melancolía siempre está presente en las fechas especiales.
En un libro decía que a veces la sociedad quiere entregar el “oscar” del duelo a las personas que “mejor” pasan esta etapa y te dicen frases como “que fuerte sos”, “tu hijo estará orgullos de vos por como estás”; “dios le da experiencias a las personas que las pueden vivir…”, y otras frases no muy oportunas. Realmente yo no esperaba que la gente me dijera que era una super mujer, solo necesitaba poder expresarme sin ser juzgada. Expresar que lo que sentía no era porque estaba mal del a cabeza, sino que porque estaba expresando el dolor por la muerte de mi amado hijo. En ese momento me dolían mucho esas frases. Ahora claro lo miro desde otra perspectiva, pero eso gracias a que pasé por ese camino.
Y hablando de aprender a no juzgar, uno de las experiencias que formaron parte de este proceso, ha sido tener contacto de vuelta con otros bebés y embarazadas y todo lo que implica: el embarazo de amigas y conocidas, los baby showers, la felicidad con sentido de los demás pero que no tenía sentido en ese momento para mí. Quería que la gente entendiera que no era por maldad ni por egoísmo ni por envidia. En ese momento, era mi tiempo de llorar a mi bebé amado. Lo cierto es que caminando paso a paso, he comenzado a observar a bebés sin sentir ese aire de nostalgia. Todo es parte de un proceso, que me estaba preparando para una nueva misión, de ayudar a los más pequeñitos, como mi Juan Pi.
Por otra parte me dolía en el alma escuchar a madres que tenían quejas sobre sus hijos, pues lo que para otros era una simple queja, para mí era como un puñal en el corazón. Era pensar que mientras estas mamás se lamentaban por ciertas cosas de sus hijos, yo tenía mis brazos vacíos, que hubiesen dado lo que fuera por tener a mi hijo. Fue en ese tiempo que busqué protegerme más. Traté de quedarme más en casa y dejé de participar en reuniones. No era todavía el tiempo. Necesitaba dar más pasos y que mi corazón estuviera más protegido.
Paso a paso, poco a poco fui enfrentando al dolor. Nunca pensé que sentiría tanto dolor en mi vida. Lo cierto es que todo este camino me ha hecho una nueva persona. Pero una nueva persona que cada día abre los ojos y busca aprender cada segundo de la experiencia de vivir. Y esto también me ha ayudado a quererme tal cuál soy. Ahora ya no me importa tener que aparentar con mis defectos, ahora soy simplemente yo. Eso sí, trato de ser más humana, y sobre todo más compasiva con los demás que necesitan de amor.
Juan Pablo, mi pequeño gran maestro como siempre le digo, me hizo ver la vida con otros ojos, con los ojos que necesitaba, con los ojos del alma, con los ojos del corazón. Él nos enseñó y nos sigue enseñando, que hay secretos que no todos lo saben. Los secretos del amor, de la compasión y de la solidaridad.
Mi Juan Pi me faltará físicamente siempre pero siempre, porque soy un ser humano. Pero sí puedo decir que este camino del dolor fruto del amor me ha ayudado a ver todo desde una nueva perspectiva. A entender que mi hijo es un bello principito, al cuál no puedo ver, pero que sí lo puedo ver a través de los ojos del corazón. No tengo verguenza de decir que sentí mucho dolor. No tengo verguenza de decir que casi me consumió el dolor. Si puedo decir que cuando comencé a aceptar al dolor como algo natural, me di cuenta de que este dolor pueda dar como fruto el amor más grande, el amor incondicional. No me gusta decir que uno puede superar el dolor por la muerte de un hijo. Más me gusta decir que uno puede aceptar a su hijo tal como es. El amar a mi Juan Pi más allá de la distancia física, amarlo incondicionalmente por siempre y para siempre.
PEDIR UN DESEO
Darcie Sims
“…Esta noche mirá el cielo y encontrá tu estrella. Y en vez de abrazar el vacío, celebrá el espacio que el amor siempre llena. No perdimos el amor solo porque la luz se fue de esta tierra. Ninguna luz nacida del amor se extingue. JAMÁS”.
Mami y Papi, recuerda que este es mi camino del duelo, pero cada uno/a hace su propio camino.