Desde que comencé mi camino en el duelo, me llamó la atención el desconocimiento del mismo en nuestra sociedad paraguaya, y el poco estudio que se realiza por parte de los profesionales. Fue así como buscando y buscando llegué al libro de la psicóloga argentina Diana Liberman “Es hora de hablar del duelo”. Les puedo decir que fue un bálsamo para mí, pues por primera vez sentí que una profesional de la salud entendía un poco de lo que me estaba pasando.

Siempre creí que el duelo no se pasa tratando de borrar de nuestra historia al ser querido que falleció, como muchos plantean realizar: no hablar más de él, guardar las fotos, olvidar… ¿Cómo es posible borrar a alguien que uno ama? Es por el contrario ir aceptando paso a paso su partida física, recomenzar la historia de cada uno sabiendo que nuestro hijo será siempre nuestro hijo y buscando un nuevo significado a la vida, desde ese nuevo yo que renace, como bien dice la doctora: “será una vida en donde la ausencia pasará a ser una presencia”.


Una nueva visión del duelo (*)

Por Diana Liberman (**)

Si bien es cierto que desde principios del 1900 ya se comenzaba a discutir –desde el punto de vista psicoanalítico- sobre el duelo y sus implicancias, lo cierto es que su tratamiento y estudio es mucho más reciente.

En función de esto, creo importante referirnos a un tema que se relaciona con los modelos tradicionales del duelo y sus limitaciones.

Distintos autores, afirman que el duelo tiene un comienzo, un proceso y un final. Muchas personas se preguntan cuánto dura ése proceso, cuándo finaliza, en realidad este es un proceso incierto, con altos y bajos.

La nueva concepción del duelo a la que deseo referirme se relaciona con el constructivismo, una línea de pensamiento que sostiene que la realidad se construye y que no es algo que está dado a priori.

Esta nueva mirada del duelo tiene que ver mucho más con lo individual, dado que cada proceso es diferente según una serie de variables personales. Esta modalidad habla de una continuidad y no de un cierre o final. El paciente tiene como tarea, buscar un sentido y un significado a su pérdida, y esto es un camino individual y único, puede estar triste o enojado, pero también se entremezclan muchas otras emociones.

Existe, por otra parte, una nueva idea que tiene que ver con la continuidad del vínculo, en la que no se trata de olvidar al que murió, sino incorporarlo a la nueva realidad de su vida. Y esto de no tener que cortar el vínculo provoca un gran alivio: “Yo ya no tengo que separarme del que falleció sino que tengo que cambiar o iniciar un nuevo modo de relacionarme con el mismo”.

Un escritor inglés C.S.Lewis , autor de “Una pena observada”, considerada como la más notable descripción del duelo hecha en lengua inglesa , nos dice, luego de haber perdido a su pareja que la muerte es sólo otro paso de una misma danza, y no otra danza. Esta idea nos propone pensar la muerte como parte del ciclo de la vida y percibirla como un cambio de estado.

El desafío que impone el duelo, trae aparejado nada más y nada menos que ,una tarea para nada sencilla que es la de aprender a vivir con la ausencia, y encontrarle un nuevo sentido a la existencia.

En verdad, aún hoy, muchos especialistas que ayudan a personas que sufren pérdidas significativas intentan ayudar al doliente a cómo decir adiós, teniendo en cuenta ésta variable como un modo en su recuperación. Por mi parte, creo en la importancia de aprender, no a cómo decir adiós, sino a desarrollar nuevos modos de vinculación con ése otro que ahora ya no está presente físicamente. Porque la vida continúa, aunque ya no sea igual que antes. La nueva vida incluirá la ausencia del ser querido, dicho de otro modo, será una vida en donde la ausencia pasará a ser una presencia.

Esta nueva concepción modifica los modelos tradicionales del proceso de duelo.

Lindemann , subdividió al duelo en diferentes etapas: la etapa de conmoción, la de incredulidad, la de dolor agudo y la de resolución. Pero la que más influenció en todo el desarrollo del duelo, posteriormente a Freud (Duelo y Melancolía, 1913), es la Dra.Elizabeth Kubler Ross, una psiquiatra que se especializó en ayudar a las personas a morir dignamente, en su libro de 1969, “Sobre la Muerte y el Morir”, se centra en la transición emocional. Si bien ella trata de describir cómo son las etapas de transición en un paciente moribundo, utiliza ésta misma clasificación para describir las etapas por las que atraviesa un deudo luego de haber sufrido una pérdida significativa, éstas son: la negación, la ira, la resignación, la depresión, y por último la aceptación.

Los teóricos del Duelo tomaron esta clasificación y desarrollaron sus propias teorías.

Worden habla de las tareas del duelo:

1) Aceptar la realidad de la pérdida

2) Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida

3) Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente

4) Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo

Parkes, psiquiatra muy importante por sus investigaciones en Duelo, habla de distintas fases:

Al principio habla de una fase de shock, luego de una fase de anhelo y búsqueda de la figura perdida, luego de una fase de desorganización y desesperanza, y otra final de reorganización. Estas concepciones, están vigentes aún y han sido de mucha utilidad en el trabajo con personas en duelo

Por mi parte elijo como un intento de comprensión de los procesos de duelo , una concepción más innovadora que es la que ha desarrollado el Dr. Robert Neimeyer, psiquiatra americano que , lidera ,de alguna manera una nueva mirada acerca del duelo, desde una línea sistémica, cognitivista y constructivista ,incluyendo la narrativa.

Describe distintos momentos del duelo en una clasificación un tanto más laxa que las anteriores, él habla de: evitación, asimilación y acomodación, como diferentes momentos que marcan un continuum dentro del proceso. La evitación correspondería a la fase de embotamiento, conmoción, incredulidad o shock y sería ése 1er período en dónde la gente suele decir, “no puede ser, no puede ser cierto, no, no, no”, es tan desbordante el número de sentimientos que se ponen en marcha y es tan grande el impacto que produce la muerte del otro que equivaldría a permanecer mirando el sol por un largo período sin esconder la vista, situación que nos dejaría ciegos-Un segundo momento es la asimilación, que tiene que ver con el conocimiento intelectual y emocional de la pérdida que provoca toda una revolución interior , y por último la acomodación que trae aparejada la aceptación de que ése otro ya no va a volver y coincide con el momento de reorganización de la vida.

Para R. Neimeyer ,éstos son diferentes momentos que a veces se superponen ,pero también él aclara que muchas personas no atraviesan éstas etapas o no las experimentan siguiendo una secuencia rígida o identificable, es decir la respuesta ,la secuencia y la duración de las reacciones varían mucho de una persona a otra.

Uno podría pensar el duelo como distintos estadios que se suceden, pero no rígidamente e intentar escuchar al consultante, evitando encasillamientos. Neimeyer plantea un modelo alternativo de duelo, basado en una teoría constructivista, narrativa, en dónde se pondría en marcha la reconstrucción de significados tras la circunstancia de una pérdida significativa. Porque, por ejemplo, es usual que, luego de atravesar una pérdida traumática (por su característica violenta o inusual), o una pérdida múltiple, (donde fallecen varios miembros de una familia), aparezcan predicciones pronosticas sobre la recuperación de los sobrevivientes .Sin embargo , deberíamos ser más cautos y considerar fundamentalmente él sentido que esa pérdida tiene para el consultante, dado que el impacto que produce una muerte está íntimamente ligado a una serie de variables únicas y personales que le dan a cada proceso un significado particular. Es común oír frases como: “mi padre tuvo una muerte divina”, ¿divina para quien?,se murió súbitamente, no sufrió.,otras veces escuchamos “si hubiera estado enfermo yo hubiera podido estar junto con el y despedirme”, es decir que el duelo pone en marcha la cosmovisión personal , para el duelo no hay un único sentido.

La construcción de los significados, se organiza alrededor de un conjunto de creencias que determinan la percepción que tenemos de los acontecimientos vitales y orientan nuestra conducta.

La muerte como acontecimiento puede validar o invalidar las construcciones que orientaban nuestras vidas, o puede constituir una nueva experiencia a la que no podemos aplicar ninguna de nuestras construcciones previas.

El duelo es un proceso personal y original caracterizado por una historia personal ligado al vínculo de intimidad que manteníamos con muestro ser querido

El duelo es algo que nosotros mismos hacemos, y no algo que se nos hace. El duelo me transforma en protagonista, es un proceso activo en dónde se ponen en juego mis propios recursos, de un modo especial y único.

El terapeuta se convierte en guía y apoyo, ayudando al consultante a reconocer y desarrollar sus propios recursos, pero también estimulando nuevos. La muerte de alguien que amamos resquebraja nuestra omnipotencia, nos hace concientes de todo lo que no podemos, son comunes frases tales como: “si no pude evitar la muerte de mi hijo, yo ya no puedo nada”, y desde ése lugar paralizante se suele esperar que el duelo siga su curso.

El trabajo terapéutico ayuda a transformar éste proceso en un trabajo activo valiéndose de diferentes técnicas que promuevan la memoria del ser querido a través de tareas, que incluyan rituales, ejercicios narrativos, y acciones adecuadas que funcionan como modos de conexión, recordación y elaboración de la pérdida

El duelo nos da la oportunidad de reafirmar o reconstruir el mundo personal de significados que han sido cuestionados por la pérdida. Nos permite comenzar a narrar una nueva historia, ya no puedo contar el mismo relato, tengo que recrear un nuevo capítulo de mi historia y poder construir un nexo de unión entre el pasado y el presente , para poder continuar encarando el futuro.

Dice Neimeyer: “cada sentimiento cumple una función y debe entenderse como un indicador de los resultados de los esfuerzos que hacemos para elaborar nuestro mundo de significados tras el cuestionamiento de nuestras construcciones, entonces, cada sentimiento cumple una función, y hay que dejarlo fluir”.

Hay que descubrir por dónde pasan las lágrimas que acompañan ése dolor, en los casos de la viudez, por ejemplo la pérdida del marido o la esposa contiene múltiples y variados sentimientos en relación a la pérdida y que varían de acuerdo al momento del duelo. Hay las lágrimas de bronca, otras de tristeza, en otras prima un sentimiento de soledad. Una mujer puede sentir que perdió con su marido el calor de su compañía o su status de mujer, y en otros casos puede sentir que perdió su proyecto de vida…, un hombre puede sentir que ya no tiene más familia, que ésta se ha disuelto con la pérdida de su esposa.

Construimos y reconstruimos nuestras identidades como sobrevivientes a una pérdida negociando con la realidad que tenemos que enfrentar. Nuestra identidad se resquebraja porque somos en relación a los otros, nuestra identidad se transforma, nadie es igual después de la pérdida.

Ésta nueva concepción contrasta con las teorías tradicionales centradas en etapas, tareas o síntomas generales, como aplicables a todos los individuos afectados por la pérdida. Por el contrario estas teorías ponen de manifiesto hasta que punto los factores personales, familiares y culturales son fundamentales y le dan un perfil único a cada proceso de duuelo .No es posible estandarizar un proceso que si bien es universal, tiene la característica especial de ser único.

Robert Hagmann, otro autor que sigue la misma linea de R. Neymeyer, cuestiona los componentes del modelo estándar cuando éste describe un proceso normal de duelo, desde lo intrapsíquico,en dónde la función del duelo es más conservadora y restauradora que transformadora.

Él presenta el nuevo modelo como proceso transformador. Éste planteo parece más esperanzador , muy ligado al tema de la resiliencia ,es decir, la capacidad que tiene un individuo de sobreponerse y crecer a partir de una situación traumática. De éste modo es posible pensar que una pérdida puede traer aparejada una ganancia, el dolor puede ponernos en contacto con aspectos desconocidos de nosotros mismos y podemos aprender y crecer con ella.

Otros aspectos importantes del modelo tradicional, es pensar que todas las emociones que se ponen en marcha durante el proceso están programadas a priori y que si se reprimen estamos frente a un estado patológico. En realidad, es importante poder averiguar cual es el sentido que tiene para ésa persona la negación porque puede ser un mal camino o sólo una postura inicial defensiva.

Surge la pregunta: ¿las etapas se tienen que dar si o si en todos los procesos, y el saltear alguna de ellas implica algo patológico o algo que no anda bien?

En el modelo standard sí se vería como una alteración patológica, en cambio el nuevo modelo es más dinámico, más libre, se habla ahora de duelos funcionales o disfuncionales .Una conducta puede ser funcional en un principio y disfuncional si se mantiene a lo largo del tiempo.

Este nuevo modo de abordaje para la recuperación no pasa por la ruptura de un vínculo sino por la posibilidad de aprender a vincularse con el fallecido de otro modo. Nadie está preparado para cortar los lazos con un ser querido, produce alivio el descubrir que nuestro amor sigue aún vivo, a pesar de la muerte. El desafío que impone justamente el duelo es encontrar un nuevo sentido en la vida a partir de la pérdida.

Éste nuevo modelo del duelo trae aparejado entonces, un proceso dinámico de reconstrucción, reorganización y transformación del sentido del ser.

(*) Capítulo del libro inédito próximo a publicarse “ES HORA DE HABLAR DEL DUELO”.

(**) La Lic. Liberman es psicóloga, psicoterapeuta familiar sistémica, coordinadora de Grupos, Psicoterapéuticos y Mediadora. Especialista en técnicas de recuperación del Duelo. Docente de la Universidad de Belgrano, curso introductorio a la Terapia de Duelo. Fundadora del Primer Centro de Duelo. Docente del Curso de Técnicas de Intervención en Duelo, Barcelona, España ( 2002). Directora de Duelum, Centro de Recuperación Emocional de la Pérdida. (mail: info@duelum.com.ar )

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FRAGMENTO DE “ES HORA DE HABLAR DEL DUELO
Diana Liberman

Suele suceder que los padres que enfrentan una muerte perinatal son jóvenes, con poca experiencia en pérdidas significativas, y cuándo están preparados para la Vida llega la Muerte. La situación se hace más difícil cuando el entorno familiar minimiza la pena; suelen decir frases tales como “ya van a tener más hijos” o “la naturaleza es sabia”, aunque la intención sea consolar, esos comentarios solo agudizan el sufrimiento. Los padres necesitan hacer el duelo por el bebé; no pueden en ese momento pensar en el futuro. Ni merecen que se los prive de vivir su dolor.