El enfrentarme al dolor me ha dado una nueva perspectiva de la vida y de la muerte, y del más allá. Me ha demostrado mi fragilidad pero al mismo tiempo me ha mostrado la grandeza de esta historia, en la que un pequeñito principe me ha enseñado el verdadero significado de la palabra amor. No niego que esta etapa de duelo es desgastante y muy difícil, pero lo verdadero siempre implica esfuerzo y empeño.
Hoy estoy en la casita del principito. La casita propia con la que siempre soñé para mi Juan Pablo, para que juegue con sus papis Rodrigo y Gilda y sus amiguitos. Sin embargo, nuestro amado Juan Pi se encargó de mostrarme que él es único y que más allá de la distancia física, esta es sin dudas su casa, este es su hogar, y lo será por siempre. Esta es nuestra familia. Y estaré eternamente agradecida y orgullosa de la familia que me regaló Dios.
Somos padres de un ángel, somos los papis de Juan Pi!