“La muerte es un tema tabú, les diría que es más tabú que el sexo…”, decía el Dr. Oscar Sapena en su exposición durante la Charla Sobre Atención en la Muerte Perinatal y Neonatal de la Fundación Juan Pablito. Me quedé pensando bastante en esta afirmación. Porque si bien el sexo se ha liberado en lo que se refiere a la pornografía, el debut sexual cada vez más temprano, o el intercambio de parejas, sin embargo cuando se trata de hablar de lo que significa el sexo interiormente, todos lo evitan. Es preferible convertirlo en un juego más de la vida.
Puedo estar equivocada pero pienso que lo mismo ocurre con la muerte, pero en mayores dosis, como explicó el Dr. Todos hablamos de ella superficialmente, nos vamos a los velatorios y a los entierros. Damos el pésame y vamos a la misa por el descanso eterno de su alma. Sin embargo cuando se trata de enfrentar la realidad, de acompañar a unos padres en duelo, o de charlar sobre cómo sería la mejor forma de acompañar los últimos días a un paciente ya sea grande o chico, a la mayoría de las personas le cuesta horrores: y yo era una de esas personas.
“El nacimiento y la muerte no son dos estados distintos, sino dos aspectos del mismo estado”, decía una de las frases de la presentación de la Dra. Norma Borja. ¿No es fácil, verdad? Nada importante es fácil y enfrentar la muerte de un bebé justamente está en la escala de lo más difícil para el ser humano. Sin embargo es parte de una realidad en donde muchos seres humanos son heridos por el maltrato tanto de los profesionales de la salud como de la sociedad en general.
La mayoría de estos padres que pasan por malas experiencias en los hospitales y con los grupos sociales, salen a flote de forma solitaria, abrazados en familia. Y es impresionante la creatividad que surge tras ese camino del duelo. Les observo con detenimiento y me conmueve como disfrutan de cada segundo con sus seres queridos: han aprendido lo valioso de cada segundo. Sin embargo no todos los padres que pierden a sus hijos tienen esta misma suerte, muchos – en un gran porcentaje – se separan definitivamente o tienen problemas laborales y les es difícil recomenzar.
Es por eso que siempre remarco que una – tan solo una – acción de compasión frente al otro que sufre, puede cambiar su historia, y también la tuya. Después de que Juan Pablo murió, yo estaba decidida a renunciar a mi trabajo. Me había ido directamente junto a mi jefe a explicarle la situación: quería cambiar de aire. Sin embargo mi jefe me dijo algo que hasta ahora le agradezco muchísimo: “Gilda, lo que te pasó no tiene palabras, seguramente te habrán dicho de todo y sin darte cuenta te habrán herido, yo solo te puedo decir que no tengo palabras, y que sepas que podes tomarte un tiempo para pensar, porque vos amas tu trabajo…”. Nunca voy a olvidar este momento, no solo porque decidí continuar en el trabajo, sino porque esa acción compasiva hacia mí, me hizo replantear muchas cosas. Y fue solo un gesto…Un gran gesto.
Que gratificante es poder conectarse con la verdadera esencia del ser humano. Esa que te hace levantarte de los abismos más insospechados, y que te muestra que la muerte no es el verdadero enemigo. Si lo son la ignorancia y el miedo. La vida no es color de rosa, es mucho más que eso, la vida es valiosa. Para muestra, esta hermosa experiencia de la Dra. Norma Borja, con una mamá y su pequeño bebé: “Una mami de tan solo 15 años, acompañaba sola a  su pequeño bebé prematuro que permanecía en terapia intensiva pero con todo el cuidado de los médicos y enfermeras, al igual que ella. Su bebé falleció y tiempo después recibimos una carta conmovedora en la que nos agradecía por los cuidados a su bebé y a ella. Nos dijo que había decidido mudarse a otra ciudad para comenzar a estudiar. Quiero ser como ustedes Dra.”.