Se me mezclan en la cabeza melodías de cuestiones que se respiran día a día, de cierta manera es agradable la sensación porque con esta simple pero extraña acción, uno avanza, observa cuatro veces más lo que antes ni una pizca conocía.  Uno choca y fuerte, se queman cosas, se quiebran otras, se mojan con gotas de un líquido incoloro, insípido que con el pasar de los pasares (porque en esto el tiempo no existe) se torna poco a poco diferente. Adquiere cualidades, ideales, colores, opciones y hasta adquiere un nombre. Es un proceso, es un ciclo, es una etapa que aunque cueste, duela, es justa y necesaria para que los ojos, la mente, el cuerpo, TU vida tome el rumbo que tanto buscabas.

Hay que pensar que a pesar de tener un entorno que te rodea, uno viene, se queda y se va de esta vida “solo” y que al final es cada uno el que toma la decisión de sellar su paso por la vida dejando huellas, muchas, de esas diferentes, fuertes y que perdurarán por siempre. ¿Qué sello querés dejar?

Analizar detalladamente el pasado (que incluye desde la concepción hasta el segundo antes de empezar a analizar), compararlo con el presente (partiendo desde que se terminó de analizar el pasado) y vislumbrar el futuro (el segundo después de darte cuenta que el presente dura muy poco tiempo).  Sintamos el proceso, sintamos los cambios, sintamos el transcurrir, sintamos todo porque nosotros somos la casa, somos el barrio, somos la ciudad, somos el país, somos el continente, somos el mundo. Adueñémonos de estas ideas y caminemos juntos buscando eso inexplicable que todos queremos: ¡VIVIR!

Cuestionamientos que hacerse:

*¿Qué es VIVIR?

*¿Cuál es tu visión de: casa, barrio, ciudad, país, continente, mundo?

*Con las respuestas anteriores, crear oraciones (libertad de extensión) y compartirlas con todos (es voluntario) para empezar a comenzar y después ACCIONAR.

Lo que me pasa, lo que soy, lo que siento, lo que vivo es realmente poderoso, es alucinante ver como todo crece, ver como todo se marchita y vuelve a brotar, me agradan las continuas metamorfosis, son los únicos caminos que te llevan al aprendizaje.

Quiero que todos giren y observen que lo que les rodea es lo que les está condicionando y que en sus manos tienen el poder de cambiar. Un poder infinito, un poder mágico, único pero colectivo, cada uno a su ritmo, cada uno a su tiempo.

Hay que tragarse la idea de CONSTRUIR. Hay que analizar y analizarse, conocer y conocerse, amar y amarse para empezar a caminar por el largo sendero de las transformaciones. Hay que aceptar procesos, hay que sentirlos, hay que sufrirlos y pasarlos, tienen un comienzo y un fin.

Lo ideal es detenerse por un segundo cada día y hacerse la siguiente pregunta: ¿Para qué vine al mundo? Buscando una posible respuesta a esa pregunta, probablemente los grandes, esos a quienes admiramos, nuestros ejemplos de vida, generaron revoluciones internas (individuales) que poco a poco se convirtieron en colectivas y ¿que consiguieron? CAMBIOS.

¿Qué querés para vos? ¿Qué querés para el que está a tu lado? ¿Qué querés para nosotros? Preguntate hasta encontrar varias respuestas, no existe LA respuesta correcta, existen varias. Dejá de llenarte de pensamientos y hacelos tangibles. Más hechos, más acciones y menos dichos. Gente como vos es buscada por todas partes, hacete encontrar, encontrate.

…“Si no hay crisis, no hay cambios”… “Amá, perdé y crecé”…

 

EN MEMORIA DE

ANA BELEN QUEVEDO LURASCHI

(Q.E.G.S)

(23-12-2000/14-06-2009)

Querida hermanita menor:

Todo comienza un miércoles de noche (creo), papi y mami nos reúnen para dar la gran noticia: “Hijas, vamos a tener un miembro más en la familia”. Fue tanta la emoción que sentí, que me puse a correr por toda la casa, gritaba, saltaba de alegría. Esa noche me costó mucho cerrar los ojos, pensaba: ¿Será niña o niño?, ¿Cómo le vamos a llamar?, ¿Con quién va a dormir? Miles de cuestiones que sabía que en un tiempo más tendrían respuestas.

Fueron trascurriendo los meses de gestación, te ibas formando poco a poco y lentamente íbamos divisando tus rasgos físicos. Cada vez que pateabas, mamá nos llamaba para que presenciáramos tus “quilombeos” prematuros. Todo marchaba aparentemente bien. Nos confirmaron que serías niña. Primera cuestión respondida. Pensamos en la disposición de la casa, dormirías con mami y papi por un tiempo y luego pasarías a dormir conmigo. Segunda cuestión respondida. También compramos los elementos necesarios para cuidarte, tus primeras ropitas, zapatitos, chupetes, mamaderas, etc. Estábamos munidos con lo necesario para recibirte en cualquier momento.

Mamá y papá iban periódicamente al control prenatal. Siempre venían con que iba todo bien. Cuatro meses, cinco meses, seis meses, siete meses y medio. Me quedo acá porque fue cuando se hizo el tradicional “Baby Shower”, las tías, primas, amigas de la familia lucieron sus mejores galas para homenajear a mami porque iba a traerte al mundo. Ahí fue donde caí que faltaba poco para verte, moría por saber cómo eras, saber a quién te parecerías, creo que queda corto el espacio para expresar el sinfín de cosas que atravesaban por mi mente en ese momento.

Hice carteles de bienvenida, dibujitos, cartitas. Todo esto dentro de la inocencia de la edad que tenía. Preparamos tu cunita, sábanas limpias, hicimos el bolso que se llevaría el día de tu nacimiento, fue un preparativo inolvidable.

A pesar del jolgorio, la emoción y el alboroto por tu futura venida, tenía un presentimiento de que algo no iba como lo esperado. Se sentía en casa un ambiente tenso, extraño y nosotras (tus hermanitas) desconocíamos el porqué. Un sábado de mañana (ya ibas por el octavo mes en la bolsita), mami me despierta diciendo que iba al médico, que algo no estaba bien. No pude mas dormir, me quedé pensando en vos y rezando para que todo salga bien. Mami volvió y dijo: “Es hora, hoy le vas a conocer a tu hermanita”. Era el día D, te iba a ver por primera vez, tomar en brazos, acariciarte, besarte. Sentía maripositas en el estómago. ¡Era algo inexplicable!

Juntamos todo lo necesario, no faltó el cartel que decía “Bienvenida a casa” y los regalitos de las amistades que serían útiles en ese momento. Camino al sanatorio, discutimos como te ibas a llamar. No pienses que antes no barajábamos posibles nombres. Cada uno tenía su favorito y lo único que faltaba era votar por el definitivo. Teníamos Ana, Alejandra y Belén. A mí me gustaban todos. Pero, ¿tres nombres juntos? No. Quedamos con Ana Belén. Ana porque queríamos que llevaras el nombre de mami, Belén porque ibas a nacer en vísperas de noche buena y Alejandra fue descartado porque a papi no le gustaba como sonaba. Tercera cuestión respondida.

Llegamos al lugar que luego pasaría a ser tu hogar por nueve meses. Mientras que se alistaban los últimos detalles para la entrada de mami al quirófano, ya era la hora del almuerzo. Jo y yo nos quedamos en la pieza. Papi entró a acompañarle a mami. Dos horas y media aproximadamente tardaron los amigos doctores en finalizar la “ceremonia” de tu venida al mundo.

Mami llegó a la pieza y pidió verte. Las enfermeras respondieron que tendríamos que esperar, “te estaban estabilizando”. No sabía el significado de esa frase, hasta que unas semanas más tarde comprendí la situación.

Noche buena, yo seguía sin conocerte ni entender lo que pasaba. Nosotros en casa y vos dormías en una incubadora de terapia intensiva, pasaste tu primera Navidad solita físicamente pero todos pensábamos en vos. ¿Sentiste el amor que te trasmitíamos con el pensamiento?

Fue tu primera Navidad y la última de Lelo Emiliano. Teníamos una vida que comenzaba y otra que terminaba. ¡Qué cosa!, ¿no?

Pasaban mañanas, tardes y noches de los últimos días del año 2000, yo quería verte, conocerte, que me conozcas, veas. Pero me impedían hacerlo. No entendía que pasaba. Papi me decía que sólo unas dos semanas te quedarías ahí porque naciste muy prematura y que luego ya vendrías a casa. Yo con entusiasmo, dibujaba y pintaba cositas que servirían de decoración a tu “cajita”. Sentía que por lo menos así ibas a saber que existía, que tenías una hermana que ansiaba el día que por fin nos dejarían vernos.

Recién un día antes que termine el año, fuimos a la nochecita al sanatorio. Yo no aguantaba más vivir sin conocerte. Papi y mami me describían como eras, te sacaron una fotito y me la mostraron pero aun así no saciaba lo que yo quería.

Me hicieron poner unas cosas que me parecían hasta divertidas en su momento. No entendía el porqué de su utilización pero me sentía a gusto porque parecía disfrazada de doctora, que sabes que fue mi profesión soñada hasta que decidí ir a psicología. Una bata blanca, un gorrito blanco, unas botitas que eran parecidas a las de unos gnomos, nos hacían lavar las manos con algo extraño y recién luego de pasar por este proceso, nos autorizaron a caminar rumbo a tu lugarcito.

Con sentimientos encontrados, te vi por primera vez. Tenías muchas mangueritas conectadas y un tubo extraño que parecían esos que le ponen a los perritos cuando tienen pulgas. Dentro de mi ignorancia pregunté a mami para que servía cada cosa. Me iba explicando poco a poco, no te quería molestar porque estabas plácidamente dormida pero no podía dejar de mirarte, te veías hermosísima, parecías un porotito manteca, con unos pocos pelitos y un pañal miniatura. Acostada boca abajo, con la cabecita al costado derecho. Fue así que te conocí, desde ese día pasaste a ser lo más importante en mi vida, mi maestra de vida, mi hermanita menor, mi bebé, mi kuki, mi TODO.

Transcurrieron las dos semanas que papi había dicho que necesitabas estar en la “cajita” para cubrir que naciste prematura. Pero sabía que algo más pasaba. Veía que papi y mami iban de médico en médico, con muchos papeles, recibían llamadas a cada rato. Así, llegó el día que supe la verdad de la milanesa. Papi y mami nos reunieron en la pieza y nos explicaron que habías nacido con una enfermedad genética. “¿Qué es eso?”, fue mi primera reacción. Mencionaron un nombre parecido a pato, así se llamaba tu trisomia.  ¿Pato? ¿Trisomia? Muchas cosas confusas, no cachaba nada. En fin, recurrí a libros médicos. Poco o nada mencionaban de causas, consecuencias, etc. Entonces, pedí a papi visitar un ciber, en ese entonces tener internet en la casa era un lujo, nosotros no contábamos con conexión. Entré al buscador, puse “Trisomia 13” y ahí comprendí que tenías.

Una enfermedad que la padece uno de cada diez mil nacidos vivos, muchas malformaciones externas e internas, pocas probabilidades de vida y el nombre no era pato sino “Síndrome de Patau” en honor al científico médico que descubrió la anomalía. ¿Malformaciones? No me importaban, te amaba tal y como estabas. Tengas lo que tengas, pero ¿pocas probabilidades de vida? No, eso me dio una fuerte bofetada. Pregunté a papi y mami si era cierto que estarías poco tiempo con nosotros y recibí la respuesta que no quería ni estaba preparada para escuchar. “Si Clau, los médicos nos dicen que con su condición tendría solo unos dos meses de vida”.

Al escuchar eso, todos mis anhelos, mis ideas, proyectos contigo que fui programando mientras vos te formabas en la bolsita, se extinguieron. Solté muchas lágrimas, aunque me rehusaba a creer lo que estaba viviendo. Pensaba en mi interior, “pero ¿cómo? Ella se ve tan bien, ¿Por qué se tiene que ir si acaba de venir?”.

Iban pasando los días, cada vez se acercaba más el tiempo que los médicos habían dicho. Con cada día que pasaba sentía que me iban quitando pedacitos del corazón. Vos tenías altibajos, amanecías bien unos días, otros no. Yo tenía esperanza, siempre la tuve. Me encomendé a Dios, le hablaba todo el tiempo, le hacía saber lo que sentía, quería ser escuchada, que obre en vos, te sane, te ayude, esté contigo. Y fue así que con el espíritu de guerrera que siempre te caracterizó superabas cada obstáculo que te aparecía gordi. Le dejaste con la boca abierta a todos. ¡Tenías que ver la expresión de la cara de los doctorcitos! Escuché que eras un milagro, que si vos seguías con nosotros era una obra de Dios, que ya no estaba en manos de los médicos, etc. Te convertiste en mi ídolo personal, en mi adoración y razón de vivir.

No puedo sacar de mi mente la primera vez que te tomé en brazos. Tenía miedo de lastimarte, de molestarte pero sentía que era la única forma de darte el tan ansiado abrazo. Al poner mis manos en tu espalda, parecía que flotaba. Sentí una paz tremenda, un deseo de comerte pero en el buen sentido y unas ganas de no dejarte nunca sola. Por primera vez experimenté un sentimiento extremo de amor. Te miraba fijamente en espera de que me devuelvas algo parecido pero no fue así, al menos en esa primera vez. No te preocupes, que estaba súper satisfecha con eso que me hiciste sentir.

En una de las visitas nocturnas que te hicimos, escuché como una doctora hacía un pronóstico de tu evolución. Mencionó que serías una niña muy irritable, que precisarías de un aparatito para respirar normalmente y que tampoco podrías dormir sin ayuda de un medicamento que te tumbaba apenas lo consumías. Luego supe que ese medicamento era un sedante y que solamente podía ser comprado con una receta. Ahí aprendí la función de la pastillita, que mas adelante tuve que necesitar. Tranquila, que fue sólo un tiempito.

El día de una de las misas de abuelo Emiliano, creo que hacían seis meses de su ida al Reino Celestial, estábamos todos menos papi y yo no sabía por qué. Terminó la ceremonia y pregunté a mami que pasaba. Me contó que te estaban realizando una cirugía para abrir un agujerito en la pancita que iba a cumplir la función de la “boca” a la hora de comer. En ese momento, no entendí para qué te hicieron eso, así que apenas vi a papi le pregunté primero que tal estabas y después el porqué del agujerito. Su respuesta fue la siguiente: “Esta dormidita ahora y lo que le hicieron fue un orificio en el estómago, ahí tiene conectada una sonda por donde pasa el alimento y llega directo al estómago para empezar el proceso de digestión”. ¡Qué explicación! ¿No?

Kuki, ¿Te acordás que cuando eras un porotito manteca pero más grandecita ya, te hicieron un agujerito en la tráquea? Bueno, eso era porque como naciste antes de tiempo tu tubo respiratorio no estaba bien maduro. El único camino era ese. Desde que te hicieron el redondito en la tráquea, conectado a una cosita blanca de goma, empezaste a comer por un cañito que entraba a tu nariz y llegaba a tu estómago. Me supongo que te era súper incómodo comer así y mas tener enchufado algo a la nariz. ¡Qué hinchas los doctores! Pero bueno, por lo menos después te hicieron el agujerito en la panza y todo bien ya.

Esos primeros nueve meses fueron muy densos, tuviste 13 neumonías, te hicieron estudios de todo tu ser, ahí descubrieron “un par” de cosas que serían las rompebolas después. Problemas en el corazón, en el riñón (entre nos, nunca le aguanté a tu riñón), sufrías de retardo mental severo, polidactilia (te estarás preguntando “¿qué  &$#% es eso?”. Bueno, yo también lo hice, pero después nomás te cuento que es eso. Tendrás el beneficio de la duda por un rato y no, no soy mala), epilepsia (“Una crisis epiléptica o convulsión corresponde a los hallazgos físicos o cambios en el comportamiento que ocurren después de un episodio de actividad eléctrica anormal en el cerebro”, copy-paste de internet. No tenía ganitas de describirte con mis palabras porque estoy segura de que te acordás bien lo que son las convulsiones) y así, suma y sigue la listita de cosas que salieron luego de los estudios que te practicaron. En otras palabras, tenías un surtidito de problemas.  Sin embargo, había algo que no quedaba claro en ese tiempo. No habían señales de que puedas ver, escuchar, oler, etc. Pero tranquila, que con el tiempo fuimos descubriendo. Decime, ¿Qué fue lo que te acordás de esa época?

Bueno, es hora de que te explique lo que es polidactilia. Mirá tu piecito, ¿ves que tenés seis deditos? Bueno, en cada lado hay un dedito de más y gordi, no te quejes de tu pie empanada, es hermoso tal cual es. Extraño tus pies, que me patees y te cagues de risa después. Extraño limpiarte con gasita entre los dedos para que no se junte quesito. Bueno, mucho ya. Continúo.

Y así pasaste más o menos los nueve meses en tu cajita de la terapia intensiva, te digo de esta manera porque sos vos la única que sabe la verdad verdadera. Ibas creciendo dentro de tus limitaciones y todos estábamos muy orgullosos de vos por eso. Satisfechos con tu desempeño.

La diversión para mi dentro de tantos días oscuros era ir a comprarte vestiditos tiernos y mediecitas de colores y muy pequeñitas, te hacíamos “papelitos”: carteles, tarjetas, manualidades para festejar cada mes que seguías con nosotros, te bautizamos (ya sé que no te agradó el agua fría en la cabeza), te llevábamos cartitas de los primos (teto dibujó y pintó muchísimas imágenes de Lilo y Stich, ¡Que payaso! ¿Verdad?), te visitaban los tíos, los abuelos (Abuelo Emiliano no te pudo conocer en la terapia, pero fue tu vecino por unos días y después te esperó arribita para el reencuentro) ¿Ves como todos querían conocerte, besarte, acariciarte, tocarte? También estabas rodeada de estampitas, rosarios, botellas de agua bendita que fueron regalos de personas que seguían confiando en tu fortaleza y tus ganas de seguir viviendo.

¿Sabés que tengo todavía bien guardadito? Tu pelo después de tu primera visita a la peluquería. Está en una bolsita de plástico verde que dice “Mi pelo” y firma “Belén”. También, dentro de la carpeta azul que te regalaron las tías de la terapia está tu regalo por el día del niño ¿Te acordás? Ese día que estabas argel porque no sabías para que lo que te pintaron los pies y las manos con un líquido rojo y verde. A la noche, cuando te visitamos y nos entregaron la obra de arte, te tranquilizaste porque sabias que fue para una buena causa haber pasado por momentos incómodos. ¡Tus manitos y piecitos estaban plasmados en una cartulina! Algo imborrable y que puede pasar de generación en generación. Tus manos y pies serán famosos algún día. No te preocupes, que de eso me encargo yo.

Te estarás preguntando ahora ¿Cómo sigue el tema? Bueno, te explico. Después de haber vivido nueve meses en el Sanatorio, tuvimos que mudarte a otro Hospital. No era lo que más queríamos, pero no nos quedó de otra, más que aceptar tu traslado.

Estuviste un tiempo en Terapia Intensiva, después en Intermedia y como ibas mejorando te pasaron a una salita de observación. Fue ahí que te quedaste más tiempo. ¿Sabés como dejaste el oxigeno? Fue lo más simpático. Mami se quedaba contigo la mayor parte del tiempo, te aspiraba, te nebulizaba, etc. Si te descuidas, ella te manejaba mejor que cualquier otra persona profesional especializada en el área de cuidados a personitas como vos. Bueno, el tema era que día a día, mami veía que vos estabas mejorando. Ella me lo decía, la veía tan feliz por eso. Bajaba un numerito por día al medidor de oxigeno, pero siempre controlándote que vos estés bien. Creo que de tener seis ella llegó a que uses nada más que uno y fue ahí que informó a los médicos. Una vez más, eras la excepción. Ibas en contra de los pronósticos médicos: “Nunca va a poder respirar por sí misma”. Sin embargo, lo estabas haciendo.

Los médicos no podían creer lo que estaba pasando. Mejorías iban y venían y eso era muy alentador para seguir luchando juntos. Un día, mami llegó a casa y me dio la gran noticia. “Hoy durante la primera recorrida de médicos (que generalmente se hacía bien temprano por la mañana), indicaron que le quiten el oxigeno a Beli, eso nos da esperanzas de alguna vez traerle a la gordi a casa”. Escuchar eso sobrepasó mis expectativas pero la verdad siempre fuiste una cajita llena de sorpresas.

Seguíamos acompañándote, nuestro único y principal objetivo era que mientras el tiempo que estuvieses con nosotros, vivas de la mejor manera posible y tengas todo lo necesario. Ya sea que tengamos que renunciar a la vida diaria o salir de lo común y tradicional. Nada nos importaba, solo que vos estés bien.

Llegó el día de tu venida a casa, el tan esperado por todos. No te puedo negar que teníamos mucho miedo, porque era todo un reto para nosotros. Por supuesto, todo fue fríamente calculado. Equipamos con lo necesario tu futura pieza, hicimos arreglos para que entren todos tus aparatitos, etc. Después de varios “simulacros” de salir y venir a casa, al fin lo hiciste. Digo simulacros porque dos veces antes hicimos el intento y justo horitas antes de salir brotaba un problemita. Una vez ya cargamos todo en el auto, solamente faltaba subirte y ya. Vos, estabas argelita y después vomitaste así de la nada y tuvimos que quedarnos otra vez. En fin, eso no es lo importante, son todas cosas secundarias. Vamos al día D.

Papi estacionó el auto en el pórtico de entrada al hospital. Te bajamos por el ascensor y te subimos al auto. Venias en brazos de mami, estabas experimentando algo nuevo. Seguías siendo chiquitita a pesar de que faltaban dos días para tu primer cumpleaños. Tu peso no ayudaba mucho, pero tenías un cuerazo. Piernas flaquitas, brazos de boxeadora porque siempre los tenías moviendo de aquí para allá, sobre todo cuando llevabas las manos a la boca y métale “chupete”. Llegamos a casa, ubicamos tus cosas y por primera vez podíamos decir que estabas en tu “Hogar, DULCE hogar”.

Esa primera noche nos quedamos contigo despiertos, no podíamos dejarte sola. Estaba en nuestras manos tu bienestar. A las doce, sentados en tu pieza te cantamos tu primer cumpleaños. ¿Sabías que la melodía del cumpleaños feliz es la misma que la del payaso plin plin? Yo me di cuenta hace poco. Bueno, llegó el día “fuera de los planes” digo así porque nadie creía que lo podías lograr. Sin embargo, una vez más. ¡LO HICISTE! Estábamos tan felices, tan unidos como familia, tan todo. Es impresionante el sentimiento “extraterrestre” que uno puede llegar a sentir en momentos como ese.

Obviamente, teníamos que dormir, así que empezamos con la onda de los turnos. Desde esa vez hasta el final, nos convertimos en médicos tuyos. Por la mañana, recibiste muchísimos llamados. Solo que vos dormías, esta vez sin ayuda de sedantes. Otro punto increíble, saliendo de lo pronosticado. Decidimos no hacer ningún festejo grande porque acababas de llegar a casa y eras “delicada”. Así que optamos por almorzar en casa en compañía de los abuelos y el Dr. quien fue el que te trajo al mundo junto a papi. Fue un mediodía inolvidable. Nos sacamos unas cuantas fotos para el recuerdo, por primera vez te sacaste una foto con tu amiga Lili (que te extraña demasiado, eras la única que se cagaba de risa cuando ella ladraba, nosotros le retábamos), vos almorzaste lechita, nosotros asado con sopa. Un primer cumpleaños fuera de lo tradicional pero era normal tratándose de vos. Nos tenías acostumbrados a vivir así.

Y así seguimos los segundos, minutos, horas, días contigo. Fueron un ir y venir de locura pero con mucho amor de por medio. De verdad, me es difícil recordar todo pero que conste que hago lo posible por hacerlo. A ver, puedo mencionar nuestras escapadas al interior donde los preparativos tardaban más que el viaje en sí. Teníamos mil cosas que prevenir, llevar y preparar, pero aun asi eso nunca fue un impedimento. Días y noches en Acahay y en Itacurubi. Los mosquitos se volvieron tus mejores amigos, ¿te acordás?

Voy a dedicar este parrafito a todas tus amigas cuidadoras, que por cierto cuando cumpliste dos años perdí la cuenta de cuantas fueron. Algunas más buena onda. Algunas me sacaban más canas verdes. Algunas que estuve a punto de romperles la cara. Algunas que les “pillé” haciendo cosas indebidas. Algunas (casi todas) que le mataban a sus familiares para no venir a trabajar. Algunas que usaban mis cosas. Algunas que no me aguantaban porque como dormías conmigo, yo siempre les decubría y les acusaba con mamá (esa es la parte que más me gustó hacer) y así. Fueron momentos divertidos enserio, por lo tanto va un “gracias” a cada una de ellas por hacer de tu vida y nuestras vidas un arcoíris.

Bebé,¿ te acordás de Norbertito?  ¿Le encontraste ya por allá? Nunca me voy a olvidar de él y lo feliz que se ponía cuando los visitábamos. Yo siempre le decía que te cuide y siento que cumplía a rajatablas lo que le pedí. Cuando vos estabas mal, él no tenía la misma mirada. En fin, lo extraño mucho también, quiero que le busques y le digas que en mi corazón siempre va a estar. Dale uno de tus besitos especiales de mi parte, si?

Se me vienen a la mente momentos extremadamente emocionantes. La primera vez que te escuché decir “a”, la vez que me diste un beso y te reíste después, la vez que nos acostamos juntas en el salvavidas en el piso del patio a tomar sol, las veces que dormimos juntas y me pateabas, las veces que me abrazabas o tratabas de tocarme y me buscabas por todas partes con tus manitos llenas de callos. Bebé, ¿cómo era el mundo para vos? A pesar de que tus ojitos no querían ayudarte, yo se que igual los querías porque siempre los acariciabas.

A ver, esta carta me está llevando un buen tiempo escribir porque todavía no llegué a discernir si me hace bien o mal hacer esto pero lo estoy haciendo para vos, porque te amo y extraño muchísimo y creo que es hora de contarte esos momentos que muchas veces preferí borrarlos pero que son imposibles de sacarlos de la cabeza.

Después de estar durmiendo juntas 7 años, me tocó viajar y dormir sola en un país a miles de kilómetros de distancia. Me costó demasiado acostumbrarme a estar sin vos, o sea para que no se pongan celosos, los extrañé a todos pero vos todos los segundos de esos seis meses estuviste en mi mente. Muchas veces cuando caía pensaba en que vos seguías adelante a pesar de los obstáculos y  si vos podías, ¿Por qué yo no? Fuiste mi fuerza para perseverar en esa experiencia. Tuve miles de intentos de abandonar todo, pero en esos momentos con tan sólo ver una fotito tuya o pensar en vos ayudó a mantenerme firme.

Cabe destacar que vos estuviste súper enferma durante mi estadía allá pero yo no sabía absolutamente nada, me llegaron chismes de que andabas con una gripe fuerte pero que ya te estabas curando y era todo mentira. Estuviste en terapia intensiva y yo allá sin saber nada. Pero, gracias a tu espíritu de guerrera que siempre te caracterizó, ¡LO SUPERASTE!

Mi retorno fue bastante difícil, vine con otras cosas en la cabeza, otros ideales, otros proyectos, otros objetivos. Tuve que hacer en tres meses lo que no hice seis en el colegio, lo hice, terminé, viajé con los compañeros, me vestí de blanco (la famooosa colación) y ahí se venía ya el 2009. Ese año que todavía me cuesta recordar muchas situaciones, algunas conscientes y omitidas, otras no.

La facultad me consumía el día, estaba muy entusiasmada con lo que estaba haciendo, aproveché para mimarte tanto en esos días que me quedaba más tiempo por casa, abrazos iban y venían, dormías conmigo a las mañanitas, desayunábamos juntas, te bañábamos y vos feliz, feliz, feliz.

Y así llegó mayo, empezaste a quilombear, vomitabas, llorabas mucho, te empezaron a dar convulsiones, te tuvimos que llevar en el auto “corriendo” al sanatorio, estabas azul y sin respirar. Llegamos, te dejaron internada por tres días, cuando ibas a salir porque estabas mejor, volviste a decaer. Te quedaste dos días más e ibas empeorando, entonces decidieron trasladarte a otro hospital, donde nos quedamos más o menos un mes.

Yo sabía que si entrabas, no salías más. Duele escribir eso, pero era lo que pensaba. Empezó la lucha familiar, TU LUCHA. Idas y vueltas a la farmacia, al banco de sangre, al laboratorio, al departamento de tomografías, ecografías, corridas iban y venían. Dormidas en los pasillos, mucho frío, lluvias, días grises, con mucho sueño, dolor, angustia, nervios, llantos.

Sin lugar a dudas, el peor mes de mi vida, una guerra diaria, luchas ganadas, luchas perdidas, alegrías momentáneas, tristezas duraderas. Estábamos en la cuerda floja, te besaba todo lo que podía, te abrazaba, te cantaba, te hablaba muchísimo, temblaba, no te podía ver más así. Te estabas yendo poco a poco, tu cuerpito te decía basta, no me juegues más pero vos querías seguir, seguir y seguir. Yo también siempre quise que sigas, sigas y sigas pero fui muy egoísta, vos sufriendo, yo enojada con la vida porque me estaba quitando poco a poco lo que más amé, amo y amaré en mi vida: VOS.

Y llegó ese día, gris, fresquito matutino, domingo (Muchas otras cosas, las estoy viviendo y sintiendo muy fuerte ahora mismo, no pegan, por eso prefiero omitirlas). Papi pasó contigo la noche, las mujeres en casa durmiendo, recibimos la llamada de emergencia, corrimos al hospital muy temprano, llegamos, estuvimos contigo, te besé, te abracé, te hablé, te canté, igual seguía pensando que no te ibas a ir, sentía una tranquilidad gigante. Hasta que yo, parada a los pies de tu cama, vi cuando la doctora hizo el gesto de “NO” y dijo: “ya se fue Beli”. “……” Me quedo sin palabras ahora, no puedo explicar toda esa maraña de cosas adentro que sentí, que pensé, que viví. Te me fuiste pero descansaste. ¡PAZ & AMOR! es lo que me resta decirte.

Te amé, te amo y siempre te amaré

Te abracé, te abrazo y siempre te abrazaré

Te sentí, te siento, y siempre te sentiré

 

¡POR SIEMPRE HERMANAS!

 

Con amor,

 

Clau

 

P.D.: Hoy estuve pensando mucho en vos… (Esto lo escribí recordándonos)

Hay veces que me pierdo en los pensamientos que nublan mi mente. Tengo tantos anhelos, que solo podrán ser cumplidos si le doy tiempo al tiempo, aprender a ser paciente es algo por hacer. Vivir la realidad que me toca vivir, condimentar con otras realidades para complementar la forma de ver la vida, que al fin y al cabo te encamina a continuar, hacia una meta, luchando por ideales, contra injusticias, contra discriminaciones, contra eso que nos duele y nos vuelve más y más revolucionarios, remar contra la corriente, no quedarse con lo que hay, buscar el más allá de la mejor manera posible. Yo quiero cambiar, quiero que mi alrededor cambie, quiero cambios. Suena irreal, suena repetitivo pero soñar no cuesta nada, me comprometo a seguir luchando porque esos sueños se hagan realidad. Esos que fueron apareciendo al respirar, al hablar, al escuchar: al vivir. Yo amé y amé demasiado, yo perdí y perdí demasiado pero crecer no tiene precio, crecer después de todo eso es la mejor sensación que alguien pueda experimentar. Uno va viendo como en verdad todo es un proceso, todo va pasando para llegar a algo, uno va volviéndose mucho más protagonista de su historia que simple espectador. Para eso, es importante que uno se apropie del rol que tiene que vivir, es la única manera de construirse y no demolerse en el intento. Lo material va, lo sentimental queda, así como la gente va, recuerdos de ellos quedan. Es increíble como un olor, un objeto te haga nadar por el mar de acontecimientos y uno sienta como que está viviendo de nuevo lo mismo con esa persona que se fue. Es un sentimiento ambivalente, es agradable recordar pero es doloroso no poder abrazar y estar al lado de esa persona de forma física. Ahora, lo que vale la pena resaltar son las fases de lo que significa perder. Al comienzo, se va, de un segundo a otro deja de respirar, deja de existir en la tierra, no hay palabras que puedan explicar lo que uno siente, uno no quiere saber nada de la vida, aparecen cuestionamientos, no encontrás respuestas, te sentís impotente por lo que eso hace que te caigas, te sientas horrible, no quieras comer, dormir y si eso básico no se quiere, ni hablar de lo secundario. Luego, pasas a otra etapa donde es genial fingir, es lo que te sale de la mejor manera, todo está bien, hay arcoíris por todas partes y sonrisas volando. En realidad, por dentro te estás desmoronando, te sentís la peor basura del mundo, extrañas, sentís dolor, te duele el corazón pero la sociedad te dice: No, no podés sentirte mal. Ya pasaron dos meses que se fue. Ponete bien, salí, no llores, no estés triste y otros cuantos no’s que no pegaría más recordarlos en este momento. Pasas a la tercera etapa, donde te das cuenta que al final no sale bien fingir, que te hace peor de lo que en realidad estas entonces decidís mostrarte tal cual estas. Sentir lo que estas sintiendo, dar a luz lo que sos vos en ese momento y es ahí cuando uno realmente se da cuenta de que amó, perdió y de lo que está empezando a germinar. Un crecimiento que participa de una carrera de obstáculos, donde uno se encuentra con altibajos, se encuentra con gente que le levanta, se aparta de gente que le hunde y empieza a caminar. Camina, camina y se encuentra con miles y miles de rumbos. Empieza a probar, prueba, prueba y se da cuenta de lo que quiere. Primero, hace un análisis de lo que fue, a ver: respiró, comió, caminó, gateó, aprendió, creció (a su manera pero si, creció), se equivocó, habló, balbuceo, vivió, perdió, se quebró pero lo que siempre le levantó fue el amor, el amor siempre es más fuerte. Luego de analizar lo que fue, viene lo que es. Es feliz, es.. es.. es.. y es.. Pero qué pasa?  No se siente llena, busca ese algo más. Dedicarse a eso que le apasiona, a eso que no le deja dormir pero ahí se encuentra con barreras. Barreras de tiempo, ajenas, intereses externos, bla bla bla. Llega un punto donde uno quiere saltar, quiere quemar todo, hay un fuego ahí adentro que arde demasiado,  quiere hacer algo ya, sale bien la inmediatez pero sólo en algunos ámbitos.  Yo quiero saltar, yo quiero quemar, yo quiero hacer algo, yo quiero cambiar, YO QUIERO SEGUIR CRECIENDO. Quiero demostrar que si se puede, que todo es posible, que se puede caminar a pesar de haber perdido partes de uno, que el amor siempre pero siempre vence al odio y lo último pero no lo menos importante, QUIERO UNA REVOLUCIÓN!